Hace unos días, en la estación Plaza Egaña, con más de un año de pandemia sobre nuestros hombros y a costa de nuestra salud mental y nuestros bolsillos; se intentó suicidar un hombre en el metro. Todo esto acontecía alrededor del Mall, generándose atosigamientos, malestar, avalancha de compras consistentes en largas filas de personas intentando entrar al mall, mientras que por la plaza pasaba una camilla y una ambulancia. No es primera vez que alguien se lanza al metro (nuestro principal medio de trasporte laboral) o en las cercanías de un centro comercial, porque como decían por ahí para el 18 de octubre, “No era depresión, era capitalismo”.
Hace 15 años se suicidó mi tío, y desde hace 15 años que he estado dándole vueltas a lo que en esos momentos escuché, sabía que el tenía muchas deudas y lo había visto en los últimos años desarrollando todo tipo de emprendimientos para salir adelante y ponerse al día, pero el agobio y el estado no le dieron oportunidad, se quitó la vida.
El suicidio es uno de los mayores problemas que tenemos en Chile, somos el tercer país con mayores tasas de suicidio y a decir verdad no existen muchos recursos asignados ni investigaciones actualizadas sobre el tema, es más, si bien la depresión está en el GES, no lo está el intento de suicidio, dejando en evidencia que es un tema tan abandonado que ni siquiera ha logrado una coordinación lógica y acorde con el malestar en cuestión. Sabemos además que la pandemia nos afecta la salud mental, que en el caso de Chile es sobre una base ya muy débil, evidenciándose con la crisis como los diferentes sistemas sociales estaban ya dañados, como lo es el sistema laboral.
Marco Kremerman advirtió en diciembre que el gobierno estaba manipulando de manera descarada las cifras de desempleo, explicando por ejemplo que la forma en que ese pregunta si una persona esta empleada o desempleada es –Usted ha trabajado al menos una hora en la ultima semana– Es decir, que si usted hizo un pitutito de una hora, por el que le pagaron diez mil pesos, el estado no lo considera desempleado, y lo mismo pasa con el CAE, si tienes una boleta de cinco mil pesos, ya no eres considerado desempleado y no puedes suspender el cobro.
A esto le sumamos que, en medio de uno de los mayores empobrecimientos de Chile, los superricos han aumentado mas de un 30% sus ingresos, gracias al modelo neoliberal que nos incita a consumir para darle sentido a nuestra existencia. Otro dato relevante, que habla de los altos niveles de endeudamiento en Chile, es que la mayoría de quienes recibieron el 10% de la AFP, utilizaron ese dinero para pagar sus deudas, logrando salir del sobregiro, para pasar a ser un endeudado no moroso. En la actualidad mas de 3 millones de personas están desempleadas en Chile y hemos retrocedido mas de diez años en políticas de inserción laboral de la mujer. Por lo tanto, el agobio por endeudamiento en Chile, no solo es una realidad sino que va en aumento, creciendo nuestras deudas y nuestro malestar asociado a ellas.
¿Y cómo se relaciona esto con políticas de salud mental?
He ahí el problema, que seguimos entiendo el suicidio y el malestar en salud mental como un problema individual, y es un problema nacional y que mucho tiene que ver con la administración y las políticas públicas del estado, por que dígame, yo que soy psicóloga ¿Cómo ayudo en su salud mental a una persona que se está ahogando en deudas? Para empezar, no va a priorizar entre sus gastos el acercarse a una terapia.
Es por esto que es relevante trabajar en políticas de salud mental que entiendan el bienestar humano como un derecho fundamental, que nos permita por ejemplo generar mejores condiciones laborales y políticas que nos protejan como personas, antes de juzgarnos de morosos. Para que la salida sea el aprendizaje de esa crisis y no el suicidio, el estado es responsable de las millones de personas que se han suicidado por deudas, la negligencia del estado tiene muchas formas de matarnos.