“La Roja sin sapos“, es el grupo que crearon los jugadores de la selección chilena, Vidal, Medel, Jara y Beausejour, pero falta un integrante del antiguo grupo, Claudio Bravo.
Una vez terminadas las eliminatorias ( nos gustó llamarlas clasificatorias alguna vez ), los cercanos al arquero develaron las supuestas indisciplinas de varios jugadores del equipo que se supone, debía defender profesionalmente a nuestro país en el torneo de fútbol.
La crítica que se le hace al arquero es haber roto un código o pacto no escrito de silencio. Un acuerdo que debía garantizar que las faltas de los jugadores no lleguen a ser conocidas por el mismo país que financia su participación y que les entrega el privilegio de portar su nombre y bandera. “Lo que pasa en el camarín queda en el camarín”, es la frase acuñada, pero no es verdadera, lo que pasa en el camarín ( y muchas veces en los casinos, discoteques y otros lugares), se refleja en la cancha, sirve de modelo para jóvenes que piensan que teniendo éxito en un deporte todo puede ser perdonado. Hoy la derrota de la selección es prueba de que las indisciplinas de los “cracks” tienen efectos, ojalá los jóvenes se queden con esa lección y no con los lujos que ostentan los jugadores de “La Roja sin Sapos”. Que sepan que la aptitud no es nada sin responsabilidad.
Secretismo en Chile

Esta actitud de profesional exitoso, que se siente por sobre la ley y la sociedad, que no acepta reglas porque son para otros y no para él, no es más que un reflejo de la dañina forma de pensar arraigada en todas las instituciones de nuestra sociedad. Los diputados y senadores se niegan a aprobar una ley que les obligue a hacerse un examen de drogas. Las instituciones manejan con sigilo los sumarios internos, los partidos políticos despiden a secretarias que cuentan infidencias como las fiestas subidas de tono en que participan algunos de sus miembros. El descrédito de la política tiene una de sus patas en esta actitud de hacer las cosas mal y guardar el secreto para que no se note, pero se nota, y se nota mucho.
El informe de la “Comisión Valech I” contempla un secreto de 50 años, ni siquiera el poder judicial puede acceder a su contenido.
El Necesario «Sapo»
De vez en cuando aparece “el sapo”, un personaje detestado pero que permite a la sociedad conocer hechos relevantes, José Manuel Peralino no aguantó más y aportó los antecedentes que permitieron a la PDI y la fiscalía avanzar en el caso Luchsinger Mackay. El sapo no debe ser confundido con “el topo” o espía que revela secretos lícitos en pos de un beneficio personal. El sapo pone una medida de transparencia sobre actividades cuestionables, ilícitas o criminales. El sapo es despreciado por aquellos que tienen algo malo que ocultar, por los que tienen secretos que les conllevarían el repudio social y probablemente una sanción moral o hasta penal. El sapo muchas veces es también perjudicado por la revelación del secreto pero aún así «sapea» y debemos agradecerlo.
La cultura del secretismo no es más que un reflejo de la búsqueda de impunidad cuando no se quieren aceptar las reglas que todos hemos aceptado como las correctas. El secretismo no es un “pacto de honor”, es en todo caso un indicio del deshonor de quienes lo subscriben. Es una herramienta de las mafias criminales. Por eso me da miedo una sociedad donde quien oculta algo malo lo hace bajo “pactos de honor” y quien hace disponible la información que es imprescindible para la sociedad es tildado de “sapo”. Mientras no cambiemos la cultura del secretismo por una de transparencia en que las cosas se hagan tan bien que no den ganas de ocultarlas sino de anunciarlas, publicarlas, los sapos seguirán siendo injustamente despreciados pero necesarios para una sana convivencia.
Estoy tan de acuerdo. No debiera ser cuestionado el que ‘sapea’. Nula autocritica tiene la selección de fútbol que forma un grupo así, tapando las irresponsabilidades de un jugador. A la sociedad chilena le falta mucho, acostumbrada a castigar al que no comparte el secretismo, aquél que tiene el estándar ético de decir eso no está bien. En cambio el que defiende lo indefendible porque sus pares así lo estiman, es digno de confianza….